jueves, 4 de junio de 2015

APUNTES ALREDEDOR DEL TRABAJO - FIN DE CICLO






APUNTES ALREDEDOR DEL TRABAJO, “FIN DE CICLO Y PASAJE DE ALGUNOS SÍMBOLOS CRISTIANOS”

DE LA LOGIA DE INVESTIGACIONES “RENÉ GUÉNON” NRO. 2

I. El bestiario y los signos zodiacales nombrados en el trazado.

A) “El comienzo de la era en la cual nos encontramos y que está por culminar (ni los ángeles del cielo conocen la fecha exacta…) está datado aproximadamente unos 2.000 años atrás coincidiendo, obviamente, con el final de la era de Aries y el pasaje al Signo de Piscis.”

En el antiguo brahmanismo el carnero era emblema y vehículo de Agni, es decir, el principio ígneo opuesto al principio acuoso, Soma. El fuego universal, el Sol, ha sido considerado por diversas civilizaciones como portador de purificación, ardor, luz, vida y amor, entre otras.

El carnero, que es un cordero adulto, guía a todo el rebaño y por lo mismo se le relaciona con la imagen de un pastor. Diversos profetas lo comparan con los conductores del pueblo, como “cabezas” o “guías”. A Cristo, como cabeza o guía del rebaño se le relaciona con dicha imagen, constantemente podemos ver en cayados de diversas órdenes religiosas a un carnero en su voluta.

El zodiaco en varias civilizaciones antiguas como caldeos, fenicios, griegos y egipcios tiene a un carnero bajo el signo de Aries. Inicia la primavera que, junto con el toro, es decir, Tauro, completan la primera estación, la primavera. Época del año con increíble fuerza por la vida y el amor, manifestación de un renacimiento en la naturaleza toda y de la resurrección de Cristo que es germen de Vida y Amor. Motivo de esta luminosidad y luz de inicio de las estaciones, al carnero también se le relacionó con el emblema Cristo-Luz y es, por lo mismo, uno de los animales más representativos en motivos ornamentales y de diversos usos como lámparas, al igual que el cordero.

El carnero, por su combatividad, se le relaciona con la fuerza guerrera y con el coraje. Al Carnero-Cristo, siempre victorioso, muy a menudo se le representa con el estandarte triunfal. La ciudad de Tirlemont, en Bélgica, en el siglo XIII contaba con un carnero triunfante como sello de su ciudad.

El carnero muflón tiene la cabeza más grande que el carnero común y sus cuernos son más fuertes abriéndose perpendicularmente a la línea de la cabeza. Es muy combativo y por lo mismo hubiese sido más conveniente esta representación para el Cristo triunfante, pero su uso fue muy reducido. Quizás el emblema de Aries sea cercano a la representación iconográfica del carnero muflón, más que ningún otro.

Dibujo de cabeza del carnero muflón.

Hay muchas otras referencias al simbolismo del carnero dentro del Cristianismo: mencionaremos, para finalizar este índice, la que habla del papel de sacrificado, imagen relacionada con el Cristo víctima. Durante la Edad Media, Rabano Mauro y Bernardo de Claraval, entre otros, ven en el carnero el Verbo hecho carne e inmolado en sacrificio por nuestra redención. Más antiguamente en el monte Moria, el carnero sustituyó el sacrificio del hijo del patriarca Abraham. El carnero pasa a ocupar así el lugar de Isaac, en un símil perfecto de la inmolación de Cristo en lugar de la humanidad culpable. Y de suyo sería muy interesante abordar –quizás para otra ocasión– la historia del Vellocino de Oro el cual tiene tanta relación con diversas órdenes caballerescas e iniciáticas.

B) “…es notoria la relación entre el Signo de Piscis y su conexión con el simbolismo cristiano en torno a los peces.”

Es muy probable que el pez y el cordero sean de los animales más íntimamente relacionados con Jesucristo. Para el caso que nos ocupa, los peces aparecen en el
Evangelio de san Mateo cuando se suscita la multiplicación de los panes y de los peces (XIV, 17). Así como de cuando Jesús, tras su resurrección, hizo compartir los alimentos a siete discípulos suyos y que pescaban a orillas de lago Tiberíades, (Evangelio de san Juan, XXI, 9).

El pez desde tiempos antiguos se le relacionó con la fecundidad, con la vida en tanto principio húmedo. Lo encontramos por doquier con estos significados u otros más: en la India, en China, en todas las civilizaciones que habitaron a orillas del Tigris o del Éufrates, en Fenicia, Persia, Egipto, Grecia, Roma, entre los nórdicos, en Mesoamérica, etcétera. Baste dos ejemplos de su importancia. El pez es el Matsya hindú, es decir, el primer avatar de Vishnu, que es la vez revelador y salvador. Entre los caldeos el dios Ea tenía la parte delantera formada por un antílope y los cuartos traseros los tenía de pez. Ea era el dios de la sabiduría y reinaba en Apsu (dominio total sobre las aguas).

Todo indica que con la llegada de Cristo y su papel revelador, simbólicamente retoma el papel de varios animales y entre ellos notablemente el del pez. Su llegada al mundo es como la fecundidad del pez que está ausente de cópula carnal. Y no podemos dejar pasar el interesante acróstico de ictus (Pez en griego) con el papel de Jesús. Tomando la inicial de cada una de las letras de ictus, se obtiene la siguiente frase, ya traducida: “Jesús Cristo, de Dios Hijo, Salvador.”

El Ictus fue representado por doquier, ya que era simple y rápido en su trazo. Fue uno de los primeros símbolos con que los cristianos se reconocían entre sí, en una época de persecuciones y muertes.

C) “Por otra parte, también es conocido el hecho de que, como dice el antiguo refrán, ‘El demonio es el dios de la era anterior’… No debería sorprender, entonces, que la caracterización y la imaginería cristiana referida al diablo sea un macho cabrío que representa, estrictamente, al Signo de Aries.”

Hemos referido el carnero como signo representativo de Aries. Por su parte el macho cabrío es uno de esos animales que desde tiempos bíblicos juega un papel que suele confundir a diversas autoridades en la materia. En diversos lugares del Pentateuco, p. e.,

Libros de los Números, XXIX así como en Levíticos XVI, 7-11 y 15-23, Moisés ordena la inmolación del macho cabrío, casi siempre en un papel expiatorio. Por ese papel se le relaciona con la figura profética del Redentor del mundo y que debía morir para expiar las faltas humanas y redimir a las almas. Pero no es sencillo separar los roles que ha jugado el macho cabrío, Zacarías lo designa como imagen del jefe reprensible, Profecía, X, 3. Antes que Zacarías el libro del Levítico (IV, 22.), reconoce en el macho cabrío un papel de jefe al designarlo como víctima elegida para la expiación de los pecados de los jefes de tribu.

Mateo muestra el macho cabrío como un emblema del maldito y del réprobo. Pero siglos antes Ezequiel (Profecía, XXXIV, 17) lo pone a la par en el juicio de Yahveh precisamente con otro animal sacrificial, el carnero. Nuevamente en el Evangelio de Mateo, Jesús es muy específico al decir que en el juicio se separarán las ovejas a la derecha, de los machos cabríos a la izquierda, y que todos aquellos que estén en la siniestra serán enviados al fuego junto con el Adversario y todos los suyos, (Evangelio de Mateo, XXV, 31, 34 y 41).

Y es clarísimo que en toda la iconografía medieval y de ahí en adelante al macho cabrío se le ha colocado como emblema del Adversario.

D) “Así como el signo de Piscis fue abierto por su opuesto Virgo, la pasada era de Aries fue abierta por el Signo de Libra, la Balanza celeste. El demonio de la era de Aries, por lo tanto, correspondía al Signo anterior el cual es Tauro. Esto recuerda a la idolatría del Becerro de Oro baálico que desató la ira de Moisés.”

El Toro desde muy antiguo –como todo simbolismo– contiene un doble carácter, en esta breve mención dejaremos de lado los aspectos ascendentes del toro y nos concentraremos en las energías descendentes. En Asiria y Caldea encontramos un toro-humano sin alas (parte trasera de toro y busto de hombre cornudo) que representaba al monstruo maléfico Eabani.

No es posible hacer todo el recorrido del dios Baal y que inunda el Antiguo Testamento confundiendo una y otra vez al pueblo de Israel. Efectivamente, es este dios el que desata la ira de Moisés.

Otro antiguo dios del mal entre los amonitas, los moabitas, los cananeos y sus vecinos, es Moloc, con cuerpo humano y cabeza de toro, (Levítico, XVIII, 1-22). No fueron pocos los que cayeron en desgracia y culpa por este antiguo dios, Salomón (1° Libro de los Reyes, XI, 7), Manasés (2° Libro de los Reyes, XXI, 3 y 6) y Josías (Ibíd., XXIII).
Antes de nuestra era, en la mitología egea, encontramos al minotauro, que al igual que el Eabani de los caldeos y el Baal de los siriofenicios tenía el cuerpo mixto, pero éste tenía en su parte superior la cabeza de toro, en tanto que el cuerpo era el de un humano gigante.

E) “…la era del Signo de Acuario se abre con la ‘llave’ que posee el Signo zodiacal opuesto que, en este caso, es Leo. Las características del Signo de Leo coinciden con las de un rey justo pero sumamente duro que aplica la ley con toda su fuerza.”
He aquí el rey de reyes. Animal por demás multireferido y utilizado por diversas civilizaciones. Se le relaciona con el Sol y su signo zodiacal, Leo. Valor, fuerza, coraje, entrega y justicia son algunos de sus atributos. Lo encontramos entre los caldeos, asirios, fenicios, egipcios, persas, tibetanos, griegos, romanos, etc. En el cristianismo rápidamente se le relacionó con Cristo por estos y otros atributos. Ciertamente que la que se refiere a la cita del trazado es la de un rey poderoso y que se aplica a Jesús, entre otras, por la profecía de Jacob a sus hijos: “Judá es como un cachorro de león; mi hijo sube de la presa, ha doblado las rodillas y se ha echado como un león, como una leona; ¿quién se atreverá, pues, a hacerlo levantar.” (Génesis, XLIX, 9). Sin embargo será san Juan el que nos presente el texto más contundente de la asimilación de Cristo con el león, en su Apocalipsis dice que hay un trono rodeado por un arcoíris “como una visión de esmeralda” y ante el cual están inclinados los cuatro animales de alas palpitantes de llamas y los veinticuatro ancianos coronados de oro, y que apareció el Libro misterioso cerrado con siete sellos. El Apóstol lloraba pues nadie en el cielo era digno de romper los sellos del misterioso Libro. Uno de los ancianos se acercó y le digo: “No llores; ahí está el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, que con su victoria ha obtenido abrir el Libro y levantar los sellos… Entonces vi: y en medio del trono y de los cuatro animales, y en medio de los ancianos, un cordero de pie y como inmolado, con siete cuernos y siete ojos que son los siete espíritus de Dios…” (Apocalipsis, V, 5).

León y cordero al mismo tiempo, así lo reclaman la iconografía y la emblemática de todas las épocas cristianas. Es cordero pues siempre será dulce y humilde de corazón. Y es león pues posee la fuerza divina, la plenitud y la victoria.

¡Ecce vicit Leo de tribu Juda! ¡He aquí el León de Judá! La cual pasaría a ser una de las exclamaciones más repetidas en el simbolismo y en el hermetismo cristiano.
F) “Tal vez, el símbolo más apropiado para representar al Signo de Leo sería la imagen del León de Judá, enarbolando el glorioso estandarte de la Cruz Roja…”

El fundador de la Tribu de Judá fue uno de los hijos de Jacob, llamado precisamente Judá (Yehuda en hebreo), siendo el propio Jacob quien le otorgó a Judá metafóricamente un león al bendecirlo y llamarlo Gur Aryeh (hebreo: גּוּר אַרְיגּה אְַהוּאַיְ — "Cachorro de león"). Tal noción tiene su correspondencia con el sol naciente.

El león tiene, como hemos mencionado, correspondencias con el oro y con el sol mismo, mientras que la relación entre el sol y el león encuentra ya expresiones en diversas culturas de la Antigüedad, persistiendo y llegando hasta el Renacimiento. El león además es símbolo de dignidad y de victoria, así como también de lucha perpetua y exaltación de la virilidad. Al león además se le relaciona con atributos divinos como son el poder y la justicia. La ciudad de Jerusalén es asociada al rey David quien, según la tradición bíblica, pertenecía a la Tribu de Judá. El León de Judá es el elemento por excelencia de la heráldica de Jerusalem, así como de otras culturas de diversas partes del mundo como Etiopía.

Tradicionalmente porta una tiara, sostiene con su pata un báculo coronado por una cruz roja en su remate, le acompaña un globo terrestre. A saber, los símbolos le otorgan respectivamente dignidad real, gubernatura cristiana y presencia sobre el mundo, asimilados tales elementos igualmente a Cristo.

Escultura del León de Judá, 1930.

Ornamento bidimensional del León de Judá, portado sobre auténtica capa de león.
Cristo como Cordero de Dios y el León de Judá.

II. El Sagrado Corazón de Jesús.

“También es muy importante señalar que el Signo de Acuario tiene una clara relación con la intelectualidad como característica propia y que, más allá de su aspecto devocional, al Sagrado Corazón se le han atribuido rasgos de la intelectualidad trascendente. En efecto, en torno al monasterio de Paray-le-Monial (Francia) centro histórico de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, ha surgido la doctrina de ‘la irradiación intelectual del Sagrado Corazón’ como órgano del conocimiento espiritual y trascendente cuyo análisis y desarrollo nos llevaría por senderos alejados del presente escrito.”

Será imposible agotar este tema, es vastísimo ya autores de todos los tiempos y muy destacados han referido la importancia capital del corazón y su simbolismo. Plinio dice, “El corazón ofrece, en su interior, el primer domicilio al alma y a la sangre en una cavidad sinuosa… allí reside la Inteligencia.” (Lib., XI, 69). El mismo René Guénon anota algunas referencias muy interesantes, entre otras: <<Proclo dirigiéndose al Sol: “Ocupando por sobre el éter el trono del medio, y teniendo por figura un círculo deslumbrante que es el Corazón del Mundo, tú colmas todo de una providencia apta para despertar la inteligencia”. Macrobio, “el nombre de Inteligencia del Mundo que se da al Sol responde al de Corazón del Cielo; fuente de la luz etérea, el Sol es para este fluido lo que es el corazón para el ser animado” (Sueño de Escipión, I, 20); y Plutarco escribe que el Sol, “dotado de la fuerza de un corazón, dispersa y difunde de sí mismo el calor y la luz, como si fueran la sangre y el hálito”.>> En otro escrito R.G. rescata esta otra, <<Dante refiere “espíritu de la vida, que mora en la más secreta cámara del corazón” (Vita Nova, 2).>> Una más que agregamos, y como alaba David, “En tu Luz vemos la Luz” (Salmos XXXVI) y que ha sido retomada por el Cristianismo –por línea directa– para referirse al corazón de Jesús.

Corazón como centro del Árbol Sefirótico, corazón como centro del alma entre los egipcios (además en forma de recipiente como su jeroglífico). La cavidad del corazón considerada –como nos recuerda Guénon– como centro del ser y también al interior del «Huevo del Mundo». Esto último ya sea en una doctrina u otra, bajo diversas formas y representaciones.

Algunos ítems que se pueden derivar o citar de lo desarrollado por el M.:I.:H.: René Guénon respecto a este primerísimo tema:

1. El Santo Graal contiene los secretos de la preciosa sangre de Cristo.

2. Se desprende de la leyenda del Santo Graal que el corazón simboliza, entre otras, eternidad así como estancia con y de Dios.

3. Que el Corazón en llamas es símbolo, por sus rayos rectos y ondulados, respectivamente, de luz (conocimiento) y de calor (vida). “El fuego que reside en el centro del ser es a la vez luz y calor”, es decir, Conocimiento y Amor. De ahí que san Juan nos recuerde: “Dios es Amor” y que el grito de guerra de los Templarios fuera: “Vive Dios Santo Amor.”

4. <<…la intuición intelectual puede llamarse suprahumana, puesto que es una participación directa de la inteligencia universal, la cual, residente en el corazón, es decir, en el centro mismo del ser, allí donde está su punto de contacto con lo Divino, penetra a ese ser desde el interior y lo ilumina con su irradiación. >>

5. <<El “conocimiento del corazón” es la percepción directa de la luz inteligible, esa Luz del Verbo de que habla San Juan al comienzo de su Evangelio, Luz irradiante del “Sol espiritual” que es el verdadero “Corazón del Mundo”. >>

6. El Corazón como “Centro del Mundo” acompaña desde siempre a toda formación de los Centros Iniciáticos y contiene en él, los misterios del sendero.

7. Operó una restauración, al menos parcial, en el sentido de que Seth “y los que después de él poseyeron el Graal podían por eso mismo establecer, en algún lugar de la tierra, un centro espiritual que era como una imagen del Paraíso perdido…”

8. De manera que todo verdadero centro espiritual, primario o secundario, posee en su interior una imagen verdadera del Santo Graal. De ahí la importancia de la copa verde que se utiliza, entre otros grados, en la recepción del nuevo recipiendario.

9. Tal Centro, muy Iluminado y muy Regular, pasa a ser (al menos para aquellos que lo conforman) una imagen que “se adjudicó en todas partes y siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de ‘Corazón del Mundo.’”

10. La Rosa-Cruz es símbolo por antonomasia de tal heredad y de su vinculación con el Corazón de Jesús. La cruz representa la “cavidad” del corazón, en tanto que la rosa, de cinco pétalos, es un símil de la estrella pentagramática o del pentalfa pitagórico.

11. Tal centralidad nos lleva paulatinamente a la “Caverna del Corazón” –residencia perfectamente a cubierto– del Cristo resucitado, transfigurado, de retorno con los apóstoles y reascendido, es decir, desde siempre, Sempiterno.

12. Cristo ha depositado el grano de mostaza en el corazón del hombre, para que éste pueda provocar su renacimiento que proviene del fuego, del día y de la noche; a saber, del trabajo interno así como de conocer tanto lo manifestado como lo no manifestado.

13. La marca en el corazón, sea esta una o tres yod, sea la herida, son de alguna manera, el germen envuelto en el fruto.

14. La Jerusalem Celeste y el Éter, residen en el centro del Ser. Es el Principio Divino, <<…y este “Éter” (Âkâça) es la misma cosa que el ’Avîr hebreo, de cuyo misterio brota la luz (`ôr) que realiza la extensión por su irradiación externa. >> Agregamos, que en otros trabajos, ya se ha referido la importancia del Principio de ’Avîr y de `ôr para la revelación de los Misterios.

15. <<Así, lo que reside en el corazón, desde un primer punto de vista es el elemento etéreo, pero no eso solamente; desde un segundo punto de vista, es el “alma viviente”, pero no es solamente eso tampoco, pues lo representado por el corazón es esencialmente el punto de contacto del individuo con lo universal o, en otros términos, de lo humano con lo Divino, punto de contacto que se identifica, naturalmente, con el centro mismo de la individualidad. […] el Principio divino del cual procede y depende enteramente toda existencia y que, desde el interior, penetra, sostiene e ilumina todas las cosas. >>

16. Cristo dirige estas palabras: “No viene el Reino de Dios ostensiblemente. Ni podrá decirse: Helo allí, helo aquí, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros (Regnum Dei intra vos est)” (san Lucas, XVII, 21). Recordemos (siguiendo en todo esto a R.G.) y a este respecto, el siguiente texto taoísta: “No preguntéis si el Principio está en esto o en aquello. Está en todos los seres. Por eso se le dan los apelativos de grande, supremo, íntegro, universal, total… Está en todos los seres, por una terminación de norma (el punto central o el “invariable medio”), pero no es idéntico a los seres, pues ni está diversificado (en la multiplicidad) ni limitado” (Chuang-tsë, cap. XXII, §6).

Mármol astronómico de la antigua cartuja de Saint-Denis d’Orques, finales del s. XV. Dibujo de Louis Charbonneau-Lassay.



Bibliografía

o Charbonneau-Lassay, Louis. El Bestiario de Cristo. Jose J. de Olañeta Editor, Palma de Mallorca, Madrid, 1996. Vol. I y II. Entradas: Carnero, Cordero, Corazón, León, Macho Cabrío, Pez y Toro.

o Guénon, René. Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada. Ediciones del Valle de México, México D.F., 1986. Capítulos dedicados al corazón y su centralidad.
III. Iconografía del corazón de Jesús.

<<En un museo de anticuarios de Poitiers (Francia), en el que se conserva piezas de los agustinos, hay un jarrón en cuya base, donde se halla el orificio de desagüe, tiene grabado un Corazón de Jesús, rematado en su parte superior por una cruz entre dos llamas; en el cuello del jarrón está dibujado un sol radiante.

>>Relacionado con esto, y dando quizá la clave de él, hay una inscripción en un brocal de un pozo en el patio de un castillo del siglo XVI, cerca de Loudun (Francia). Esta inscripción tiene por encima el monograma de Cristo (IHS), de cuya H salía un trazo vertical sobre el que venía un Sagrado Corazón, rematado, como siempre, por una cruz; reza así: “Haurietis aquas in gaudio de fontibus salvatoris” (“sacaréis con alegría las aguas de las fuentes de la salvación”). Las palabras son del profeta Isaías (Is., XII, 3). Así pues, la “fuente de la salvación” es el propio Corazón de Jesús. El agua nítida del pozo, vivificadora y purificadora, es la imagen material y la figura emblemática del invisible don divino que brota del Sagrado Corazón de Jesús y que fluye para devolver a las almas la alegría salvífica, la purificación y la vida. Así pues, vemos aquí una yuxtaposición del Corazón, el monograma y el texto bíblico.

>>Ahora bien, regresando al jarrón-fuente mencionado en primer lugar, vemos que la mano del alfarero, realizando su oficio ¿no parece haber querido que aquél gritara a todos: “Oh, vosotros, que estáis manchados, venid a mí que soy la fuente y el medio de toda purificación, y encontraréis así el vivo esplendor de vuestras almas”?

>>Y naturalmente, vienen a la mente, por sí mismas, las frases de las actuales Letanías del Sagrado Corazón: “Cor Jesu, fons vitae e sanctitatis” (“Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad”).

>>En su “Sermón para la Natividad del Señor”, san Bernardo, en el siglo XII, enseñaba a sus monjes que las “fuentes del Salvador” eran: la “fuente de misericordia” que purifica; la “fuente de sabiduría” que satisface el alma; la “fuente de gracia” que la riega y la hace crecer; la “fuente de celo” de la que el cristiano saca su ardor. Y el gran abad añadía: “ved si esas fuentes no serían aquéllas de las que Isaías había dicho <<sacaréis con alegría las aguas de las fuentes de la salvación>>”. Habiendo contemplado estas fuentes, que él relacionaba con las cuatro heridas en las cuatro extremidades de Jesús crucificado, el santo se recoge y dirigiendo su mirada a la herida abierta en el corazón, la designa como la fuente suprema, la de la vida verdadera.

Tengo por seguro que si el abad del Císter hubiese visto al alfarero de Poitiers dibujando en el barro el Corazón-fuente que ornamenta el jarrón, se habría inclinado ante esta evocadora imagen del “Haurietis aquas” de Isaías.>>

Iconografía y Simbolismo del Corazón de Jesús

Louis Charbonneau-Lassay

IV. Una breve nota alrededor de Ganímedes.

Dice el texto de la Logia de Investigaciones “René Guénon” Nro. 2, al comienzo de su tercer apartado, “Aplicando los mismos criterios que en los casos anteriores, sabemos que el Signo contiguo y sucesor de Piscis es Acuario, simbolizado por Ganimedes, el Aguatero celestial, que escancia el Agua de la Inmortalidad sobre la Tierra. En estos datos astronómico-astrológicos se ha montado toda una literatura referida a la “Era de Acuario” que ha permitido las más aventuradas teorías carentes de toda base tradicional. No obstante, el conocimiento antiguo permanece y nos permite aventurar ciertas transformaciones que indicarían la continuidad de ciertos símbolos sagrados en la próxima era.”

La nota, <<Ganimedes formaba parte de la “corte” del Olimpo, desempeñando el papel de “escanciador” de los dioses. En efecto, en la Iliada, Homero cuenta que Ganimedes se encarga de ofrecer, como bebida, el néctar a los dioses. Aunque habitante del Olimpo, él no figura propiamente como una deidad. Era un troyano, el más apuesto de los seres humanos (“el más hermoso de los mortales”), al que Zeus mandó trasladar al Olimpo por medio de su rapto por un águila (algunos dicen que ésta era el mismo Zeus), y allí fue “hecho inmortal y atemporal como los dioses”; fue “trasladado de un mundo a otro” (Himno homérico a Afrodita), y allí vivió eternamente entre los inmortales. Ganimedes era hermano de Ilo e hijo de Tros, rey de Troya. La angustia de éste por la pérdida de su hijo se mitigó al saber que Zeus lo puso en el cielo como constelación (Aquarius). >>

Los mitos clásicos


William Hansen



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