LA MASONERÍA EN LA
OBRA DE RENE GUENON *
Francisco Ariza
Quienes han leído y estudiado la obra de René Guénon, habrán sin duda
reparado en las muchas veces que en ella se alude al simbolismo masónico y a la
Masonería en general. En efecto, aunque Guénon no escribió ningún libro
dedicado explícitamente a la Masonería sus referencias a ésta son constantes,
hasta el punto de que casi todo lo que sobre ella escribió ha llegado a
conformar, una vez reunido, dos gruesos volúmenes de más de seiscientas páginas
publicados bajo el título de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le
Compagnonnage, cuya primera edición data de 1964, trece años después de la
desaparición de su autor.
Pero antes de esa recopilación se llevaron a cabo otras en donde se
incluyeron también artículos tratando de la Masonería, como es el caso de
Initiation et Réalisation Spirituelle, que contiene dos: "Sobre la
'Glorificación del trabajo'" y "Trabajo iniciático colectivo y 'presencia'
espiritual". Asimismo en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada,
aparecido por primera vez en 1962, tenemos varios capítulos de contenidos y
títulos claramente masónicos: "La letra G y el svástika",
"Acerca de los dos San Juan", "La 'piedra angular' ",
"Reunir lo disperso", "Piedra bruta y piedra tallada",
"La cadena de unión", "El 'cuatro de cifra' " y "El
ojo que lo ve todo". En este último volumen, que está dividido en varias
secciones, también hay otros capítulos que aunque no sean estrictamente
masónicos, sí aluden a la Masonería, especialmente en aquellos que han sido
agrupados bajo el nombre de "Simbolismo constructivo", e igualmente
en "Simbolismo de la forma cósmica", "Simbolismo axial y
simbolismo de pasaje" y "Simbolismo del corazón".
Sin embargo no se queda aquí todo lo que Guénon escribió sobre la
Masonería. Tendremos en cuenta también las referencias que sobre ésta existen
en otros libros editados en vida del autor. Hablamos de El esoterismo de Dante,
El Rey del Mundo, La crisis del mundo moderno, El reino de la cantidad y los
signos de los tiempos, Apreciaciones sobre la iniciación y La Gran Tríada.
En este libro, que es por cierto el último que publicó Guénon (1946)
hallamos varios capítulos donde menciona algunos datos importantes de la
simbólica masónica relacionados con la cosmogonía hermético-alquímica y el
taoísmo,1 tradición que Guénon conocía perfectamente, pues según algunos de sus
biógrafos había sido iniciado en ella por los mismos años en que también obtuvo
la iniciación masónica e igualmente la sufí. Por otro lado, es sabido que junto
al taoísmo, la fuente principal de donde Guénon extrajo sus conocimientos sobre
la metafísica fue sobre todo la tradición hindú, como se ve reflejado en dos de
sus libros más emblemáticos: El hombre y su devenir según el Vedanta (1925) y
Los estados múltiples del ser (1933).
Naturalmente no es nuestra intención hablar de todos los artículos y
libros donde Guénon abordó el tema masónico, pues esto exigiría unos
desarrollos que estarían fuera de lo que es el marco de una conferencia. Lo que
pretendemos es simplemente señalar que en la obra de Guénon la Masonería ocupa
un lugar muy importante, y siempre está presente en mayor o menor medida allí
donde trata de los grandes temas de la Filosofía Perenne y la Ciencia Sagrada,
revelados a través de los símbolos cosmogónicos y metafísicos que han dado su
estructura y su ser a todas las culturas y civilizaciones a lo largo de la
historia, y que ciertamente están también en los fundamentos de la cultura
occidental, aunque hoy en día apenas nos percatemos de ello.
Por eso mismo es imposible separar la parte de esa obra dedicada a la
Masonería de todo lo demás, pues una cosa de la que se da cuenta cualquiera que
la haya leído con atención y sin prejuicios de ningún tipo es de que ella
conforma un todo unitario, vertebrado en torno a un eje que no es otro que la
exposición de la doctrina metafísica, y que a partir de ese punto de vista más
elevado, verdadera piedra angular de la obra guenoniana, se organiza y adquiere
un sentido coherente todo el resto. De ahí que el lector masón deba tener en
cuenta "toda" la obra guenoniana y no sólo una parte de la misma si
quiere entender en profundidad lo que en ella se dice acerca de la propia
Masonería y su simbólica. En este sentido, para dicho lector el conjunto de esa
obra pasará a ser una verdadera guía intelectual, que en un primer momento
despertará en él el interés por sus símbolos y ritos, y posteriormente
contribuirá de manera gradual al conocimiento de las ideas que a través de
ellos se expresan y transmiten, coadyuvando así a su propia realización
interior y personal.
Pongamos un ejemplo de lo que decimos. Anteriormente, cuando mencionamos
la obra masónica de Guénon, no dijimos nada de El Simbolismo de la Cruz (1931),
sencillamente porque en él no se menciona en ningún momento a la Masonería
(excepto una leve mención en una nota del cap. IV a J.-M. Ragon y su Ritual del
grado de Rosacruz), y en este sentido no estaría incluido dentro de ese índice.
Y sin embargo se trata de uno de los libros de Guénon donde más se habla de
geometría, ciencia en la que se fundamenta el arte de la arquitectura y que los
antiguos masones identificaban con la propia Masonería. Por tanto aunque a
ésta, como decimos, ni se la nombre, no por ello deja de estar presente de
manera implícita en casi todo lo que allí se dice y se sugiere.
Ciertamente la cruz es un símbolo universal, y en este sentido lo que él
expresa y manifiesta (nada menos que la estructura del cosmos y los principios
de orden metafísico de los que esa estructura extrae toda su realidad) ha
estado presente en todas las culturas sagradas y escuelas iniciáticas de la
humanidad desde tiempo inmemorial. Por lo tanto también está en la Masonería, y
por eso creemos que para un masón este libro puede reportarle unas enseñanzas
que sin duda van a serle de una ayuda inestimable para conocer en profundidad
la simbólica de su Orden, especialmente aquellas que se relacionan directamente
con el simbolismo constructivo, en el que la geometría, en efecto, desempeña un
papel esencial en tanto que vehículo de la Idea misma de la construcción,
aquella que los masones llaman el Gran Arquitecto o Gran Geómetra del Universo.
¿Cómo entonces, nos preguntamos, no se iba a hablar de la Masonería en el libro
más "geométrico" de Guénon?
Está claro que sí se habla; por ejemplo, en el mencionado cap. IV,
titulado "Las direcciones del espacio", reconoceremos inmediatamente
que todo lo que allí se dice tiene una relación directa con la simbólica de la
orientación de la logia, que es en sí misma una imagen simbólica del Mundo, y
dentro de la cual los masones se trasladan de Oriente a Occidente, de Mediodía
a Septentrión, teniendo como referencia constante el centro de la misma, por
donde pasa la dirección vertical Cénit-Nadir que une lo más alto de los cielos
con lo más profundo de la tierra. Por otro lado, el simbolismo cosmogónico y
metafísico de esa dirección vertical, o eje del mundo, aparece descrita en el
cap. XXIII, titulado "Significación del eje vertical: la influencia de la
voluntad del cielo", y no podemos evitar el establecer una correspondencia
entre ese eje vertical y lo que significa el símbolo de la plomada dentro de la
Masonería, pues en efecto en la iconografía masónica aparece muchas veces la
plomada que pende directamente de la mano del Gran Arquitecto, descendiendo en
perpendicular hacia el centro o corazón de la logia, representación del propio
centro o corazón del masón, que une así su ser individual a su Origen y
Principio.
Esa misma plomada podemos verla, junto con el nivel, en el siguiente
capítulo, titulado "El rayo celeste y su plano de reflexión". El rayo
celeste equivaldría a la plomada y el plano de reflexión al nivel, símbolo de
la horizontal y del propio estado individual del ser humano, el cual encuentra
la posibilidad de trascender o transmutar dicho estado gracias a la influencia
de ese rayo celeste. Naturalmente que existen otras interpretaciones de la
plomada y el nivel, sobre todo en su aplicación como útiles de la construcción,
pero esa aplicación estará integrada perfectamente dentro de una lectura más
amplia, más realmente universal, que es, a nuestro entender, a la que remite
Guénon en esos y en otros capítulos en los que aborda las interrelaciones entre
el eje vertical y el horizontal, como es el caso del cap. XIV, llamado "El
simbolismo del tejido", cuya lectura hará evocar inevitablemente en un
lector masón el simbolismo del pavimento mosaico, formado por el
entrelazamiento de cuadrados blancos y negros idénticos a los del tablero de
ajedrez o de damas, y que en efecto aparece como un símbolo de la propia
estructura del cosmos. Y cómo no ver, en fin, en lo que se dice en el cap.
XXIX, titulado "El centro y la circunferencia", las enseñanzas que se
derivan del simbolismo del compás, instrumento que sirve justamente para trazar
la figura del círculo, formada por el centro y la circunferencia que emana de
él por intermedio de los cuatro radios de la cruz, constituida también por dos
escuadras unidas por sus vértices respectivos.
En este sentido debemos recordar que es propio de la Ciencia Simbólica
establecer constantes relaciones, correspondencias y analogías entre los
distintos símbolos y también entre las múltiples interpretaciones que se hagan
de un mismo símbolo. Como dice Guénon en el prólogo a El Simbolismo de la Cruz:
"Estos sentidos simbólicos múltiples y jerárquicamente superpuestos en
absoluto se excluyen entre sí, como tampoco excluyen el sentido literal; al
contrario, concuerdan perfectamente entre ellos, ya que en realidad expresan
las aplicaciones de un mismo principio en órdenes diversos; y así se
complementan y corroboran integrándose en la armonía de la síntesis total.
Además, es esto precisamente lo que hace del simbolismo un lenguaje mucho menos
estrechamente limitado que el lenguaje ordinario, y el único apto para la
comunicación de determinadas verdades; de esta manera, abre unas posibilidades
de concepción verdaderamente ilimitadas, por lo que constituye el lenguaje
iniciático por excelencia, el vehículo indispensable de toda enseñanza
tradicional."
Pero centrémonos en aquella parte de la obra de Guénon donde se menciona
de forma directa a la Masonería. En los dos volúmenes de Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage a los que hacíamos alusión anteriormente,
observaremos que en el Anexo del segundo de esos volúmenes están recogidos los
artículos masónicos que Guénon escribió para la revista La Gnose entre los años
1910 y 1912, revista que él mismo dirigió, y en la que trató de muchos otros
temas relativos a la metafísica y al simbolismo, tanto de Oriente como de
Occidente. De hecho en ese período de su vida, cuando tan sólo contaba
veintitantos años, Guénon traza ya las líneas generales de lo que será su obra
y demuestra tener un conocimiento profundo de la doctrina tradicional en sus
diferentes y variadas expresiones.
Naturalmente ese conocimiento también se extendía a la Masonería, de la
que Guénon era miembro activo durante aquellos años. En efecto, leyendo esos
primeros artículos masónicos comprobamos que nuestro autor tenía ya una idea
muy clara de lo que es y representa la Orden masónica, considerándola como un
eslabón de la "cadena áurea" o Gran Tradición Unánime.
Como el propio Guénon dice a este respecto en "La Gnosis y la
Francmasonería", su primer artículo masónico que data de marzo de 1910:
"'La Gnosis, ha dicho el M.·. Il.·. H.·. Albert Pike, es la esencia y el
meollo de la Francmasonería'. Por Gnosis debemos entender aquí ese Conocimiento
tradicional que constituye el fondo común de todas las iniciaciones, cuyas
doctrinas y símbolos se han transmitido, desde la más remota antigüedad hasta
nuestros días, a través de todas las Fraternidades secretas cuya extensa cadena
jamás ha sido interrumpida". Más adelante, hablando de los orígenes
históricos de la Masonería moderna dice que ésta "deriva de una fusión
parcial de los Rosa-Cruces, quienes habían conservado la doctrina gnóstica
desde la edad media, con las antiguas corporaciones de Masones Constructores,
cuyas herramientas, por lo demás, ya habían sido empleadas como símbolos por
los filósofos herméticos". A continuación, reflexionando sobre el
significado de la iniciación masónica, afirma que ésta: "como toda
iniciación, tiene por finalidad la conquista del Conocimiento integral, que es
la Gnosis en el verdadero sentido de la palabra. Podemos decir que es este Conocimiento
mismo el que, hablando con propiedad, constituye realmente el secreto masónico,
y por esta razón dicho secreto resulta esencialmente incomunicable (...).
Agregaremos que, para nosotros, la Masonería no puede ni debe sujetarse a
ninguna opinión filosófica particular, que ella no es más espiritualista que
materialista, ni tampoco más deísta que atea o panteísta, en el sentido que
habitualmente se atribuye a estas diversas denominaciones, puesto que ella
deber ser pura y simplemente la Masonería.
Cada uno de sus miembros, al entrar en el Templo, debe despojarse de su
personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios
fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran
unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción
universal".
En otro artículo de abril del mismo año, titulado "La Ortodoxia
Masónica", Guénon aclara qué es la verdadera "regularidad"
masónica, que lejos de estar fundamentada en consideraciones puramente
históricas consiste, por el contrario, "en seguir fielmente la Tradición,
en conservar con cuidado los símbolos y las formas rituales que expresan esta
Tradición y que son como su ropaje, y en rechazar toda innovación sospechosa de
modernidad. Y es a propósito que empleamos aquí la palabra modernidad, para
designar esta tendencia demasiado difundida que, en Masonería como en todas
partes, se caracteriza por el abuso de la crítica, el rechazo del simbolismo y
la negación de todo aquello que constituye la Ciencia esotérica y tradicional.
No obstante, no queremos decir con ello que la Masonería, para ser
ortodoxa, deba ceñirse a un formalismo estrecho, en que lo ritual deba ser algo
absolutamente inflexible, dentro del cual no se pueda añadir ni suprimir nada
sin hacerse responsable de algún tipo de sacrilegio; esto sería dar muestra de
un dogmatismo que resulta del todo extraño e incluso contrario al espíritu
masónico. La Tradición no excluye de ningún modo la evolución ni el progreso,
los rituales pueden y deben ser modificados todas las veces que sea necesario
para adaptarse a las condiciones variables de tiempo y de lugar pero, bien
entendido, únicamente en la medida en que estas modificaciones no afecten a
ningún aspecto esencial. El cambio en los detalles del ritual importa poco
siempre y cuando la enseñanza iniciática que se desprenda de ellos no sufra
ninguna alteración; y la multiplicidad de Ritos no tendría graves
inconvenientes, quizá incluso tendría ciertas ventajas, si desgraciadamente no
tuviera demasiado a menudo como consecuencia, sirviendo de pretexto a enojosas
disensiones entre Obediencias rivales, comprometer la unidad, si se quiere
ideal, pero con todo real, de la Masonería universal".
En estos dos artículos lo que Guénon afirma con una claridad meridiana
es que la esencia de la Masonería, su razón profunda de ser, es el
Conocimiento, la Gnosis, vehiculada por los símbolos y los ritos que jalonan la
vía iniciática, los cuales predisponen al alma humana para recibir el don de la
inteligencia, es decir la capacidad de poder "leer interiormente",
que es lo que significa precisamente la palabra inteligencia, pudiendo
desarrollar así todas las cualidades que porta en sí misma y que en el estado
ordinario están como dormidas o en potencia. En la Masonería ese desarrollo se
vive como un paso de las "tinieblas a la luz", o del "caos al
orden". Por otro lado, la posibilidad vertical del Conocimiento es
coetánea con el tiempo, por lo que las formas simbólicas y rituales que lo
transmiten necesitan ser adaptadas a la mentalidad de los hombres y mujeres de
cualquier momento histórico, pero conservando siempre lo esencial de esa
transmisión, a saber: el influjo espiritual capaz de promover en el ser humano
una completa transformación. Las innovaciones que no tienen en cuenta esta
última premisa están abocadas al fracaso y pueden llevar a la Orden a su
disolución en el mundo profano, pero lo contrario es igualmente nefasto, pues
negar esa adaptación a los tiempos acabaría finalmente por petrificarla,
convirtiéndola en letra muerta sin espíritu alguno que la vivificase. Las
adaptaciones de que estamos hablando son siempre un delicado juego de
equilibrio entre lo vertical, que es la esencia que el símbolo manifiesta, y lo
horizontal, que son las circunstancias históricas, personales e individuales de
los seres humanos. Conjugar armoniosamente ambas, pero asumiendo que existe una
preeminencia de lo vertical sobre lo horizontal, de la esencia inmutable sobre
la forma siempre cambiante, es lo que ha permitido que el Conocimiento y su
transmisión se haya perpetuado de generación en generación a lo largo de los
tiempos. Esto es lo que ha sabido hacer la Masonería en diversos momentos de su
historia y por eso ha llegado hasta nuestros días.
El resto de artículos comprendidos en esos dos volúmenes de Etudes sur
la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage corresponden ya a la época en que
Guénon escribe el grueso de su obra, y se prolongarán hasta poco tiempo antes
de su paso al Oriente Eterno. De hecho el último artículo dedicado a la Masonería
data de diciembre de 1948 y su título es "Palabra perdida y nombres
substituidos". A nuestro entender se trata de uno de sus artículos
masónicos más importantes, pues en él aborda el tema central de la iniciación
masónica: la búsqueda de la Palabra perdida y los diversos nombres simbólicos
que la substituyen.
Esa Palabra no es sino el verdadero Nombre del Gran Arquitecto del
Universo, y su pérdida, según cuentan las leyendas masónicas, se produce como
consecuencia de la muerte del maestro Hiram. Sin entrar en los pormenores de
ese estudio, que desde luego recomendamos vivamente, diremos que Guénon vincula
la pérdida de esa Palabra con el período de oscurecimiento espiritual que vive
la humanidad desde hace ya mucho tiempo, y al que desde luego no es ajena la
Masonería. Si no, no se hablaría de pérdida, ya sea de esa Palabra o de
cualquier otra cosa que, en todas las tradiciones, simboliza la posesión de lo
que Guénon llama el estado primordial, que es el estado original del ser
humano, y cuya recuperación es lo que se plantea en toda iniciación a los
misterios de la vida, del hombre y del cosmos. Así pues, lo que se ha perdido
en esta época de oscurecimiento (que los hindúes llaman Kali-Yuga o "Edad
Sombría", y los antiguos griegos la "Edad de Hierro") es
precisamente ese estado primordial, aunque también podría decirse, con Guénon,
que más que perdido está oculto, encerrado en lo más profundo de la caverna del
corazón de todo ser.
Entre los dos volúmenes de Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage
contabilizamos un total de 22 artículos, de los que además de los nombrados
destacaremos: "A propósito de los signos corporativos", "Masones
y Carpinteros", "A propósito del Gran Arquitecto del Universo",
"Concepciones científicas e ideal masónico", "Los Altos Grados
masónicos", "Heredom", "Iniciación femenina e iniciación de
oficio", "El Compañerazgo y los Bohemios", "A propósito de
los peregrinajes", "A propósito de los constructores de la Edad
Media" y "El crisma y el corazón en las antiguas marcas
corporativas". Asimismo no podemos dejar de mencionar el apartado de
reseñas de libros y revistas dedicados a los temas masónicos, que ocupan una
gran parte de esos volúmenes, y que van desde el año 1929 hasta 1950.
Prácticamente todas esas reseñas están escritas para la revista Le Voile
d'Isis (en la que empezó a colaborar en 1925), y que a partir de 1936 pasó a
llamarse, bajo inspiración suya, Etudes Traditionnelles. Diremos que en esa
revista Guénon escribió casi todos sus artículos sobre simbolismo y la doctrina
tradicional, artículos que una vez recopilados han llegado a conformar ocho de
sus 27 libros, sin contar los dos que estamos comentando.
Centrándonos un momento en las reseñas masónicas, diremos que Guénon no
sólo se limita a hacer una recensión de ellas, sino que en bastantes ocasiones
también aprovecha la oportunidad de incluir consideraciones relativas al
simbolismo masónico y a todo cuanto concierne al universo de la Masonería, con
lo cual muchas de esas reseñas, ya sean de libros o de revistas, suponen
igualmente aspectos importantes a tener en cuenta dentro de los estudios de
Guénon referentes a la Orden. Huelga decir que nuestro autor estaba
permanentemente informado de todo lo que aparecía en el mundo editorial
masónico, por lo que sus reseñas también podrían tomarse como una guía
bibliográfica destinada a todos aquellos masones interesados en conocer los
símbolos y la historia de la Masonería. Incluso en algunas de esas reseñas dice
cosas que no menciona en sus artículos y libros, como por ejemplo cuando se
refiere a la simbólica de la regla de 24 pulgadas (págs. 178 a 180 del tomo
II), diciendo que está en relación con la división del día en dos partes de 12
horas cada una. O cuando reseñando un número de la revista The Speculative Mason
que trata sobre los manuscritos de los "Old Charges" págs. 176 a 178
también del IIº tomo), nos dice que en esos manuscritos el nombre que aparece
como el del arquitecto del Templo de Salomón no es el de Hiram sino el de Amón,
lo cual le lleva a la conclusión de que a través de ese nombre la Masonería se
vinculaba con la antigua tradición egipcia.2
Pero Guénon no sólo reseñaba lo propiamente masónico sino que también
daba constancia de cuantos libros y revistas de carácter antimasónico caían en
sus manos. Sin duda consideraba importante que sus lectores, masones o no,
tuvieran conocimiento de los adversarios de la Masonería, que son en definitiva
los adversarios, bien por pura ignorancia o mala fe, de la verdadera Gnosis y
la Ciencia Sagrada, y de todo cuanto representa las ideas de Libertad, de
Igualdad y de Fraternidad.
En este sentido debemos recordar las constantes denuncias hechas por
Guénon en sus reseñas a la Revista Internacional de las Sociedades Secretas
(R.I.S.S.), que era en realidad un nido de contrainiciados que en la línea del
tenebroso Leo Taxil pretendían ridiculizar a la Masonería y su simbolismo, al
que tildaban nada menos que de "satánico". Esta auténtica impostura,
además de revelar una ignorancia completa acerca de los símbolos sagrados,
escondía una intención muy clara de acabar con la única institución iniciática
que aún pervive en Occidente, la cual es, como más adelante veremos, el
"arca" receptora de su verdadera espiritualidad.
Guénon, como "guardián de la Tierra Santa" que también era,
tenía asimismo como función impedir que determinadas influencias sutiles
extremadamente negativas penetraran dentro del ámbito iniciático y masónico, y
nada mejor para ello que denunciar y neutralizar desde el plano de las ideas a
quienes eran los vehículos de esas influencias.3 Como dice a este respecto
Federico González en su libro Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon
(pág.173): "En cuanto a la lucha contra el Mal (...) es obvio que René
Guénon veía en esas entidades concretas que lo encarnaban -cualesquiera que
ellas fuesen o incluso imaginase- la inmensa batalla cósmica (como es propio en
el trance chamánico) agravado todo ello por haber existido en el periodo
cíclico -fin del Kali-Yuga- que le había tocado vivir. Sin duda mucho de lo que
ha escrito, sobre todo en sus polémicas, no es sólo la necesidad de defenderse
del Adversario, sino también las armas con que lo rechaza; son maldiciones (que
forman parte del arte de mal-decir) perfectamente correlativas con las inmensas
bendiciones que ha traído a sus lectores."
Pero refiriéndonos a las revistas propiamente masónicas reseñadas por
Guénon hemos de destacar especialmente Le Symbolisme, The Grand Lodge Bulletin
d'Iowa, Masonic Ligth y la ya mencionada The Speculative Mason. La primera de
estas revistas, Le Symbolisme, era en cierto modo el órgano de la Gran Logia de
Francia, a la que había pertenecido Guénon en su período de actividad masónica,
pues su logia (llamada Thebah) formaba parte de esa Obediencia.4 En esta
revista publicaban sus trabajos los más renombrados masones franceses de su
tiempo, como Oswald Wirth, Marius Lepage, François Ménard, Albert Lantoine,
etc. Todos ellos y muchos más mantenían además una frecuente relación epistolar
con Guénon, sobre todo desde el momento en que éste se establece en Egipto a
partir de 1931. Las otras revistas que hemos nombrado pertenecían al ámbito de
la Masonería anglosajona, tanto de Inglaterra como de EE.UU. y Canadá. Hemos de
decir que Guénon siempre tuvo una especial consideración hacia esa rama de la
Masonería, y dentro de ésta su interés se centraba sobre todo en las logias que
habían conservado con mayor o menor pureza los antiguos rituales operativos, en
los que el simbolismo constructivo tiene un lugar destacadísimo. De hecho, y a
pesar de su nombre, la revista The Speculative Mason (El Masón Especulativo)
recogía los artículos de masones que formaban parte de esas logias operativas.
Hemos de decir que esos artículos fueron siempre una fuente de información
importante para Guénon, pues de ellos extrajo parte de sus conocimientos sobre
la antigua Masonería. De entre esos artículos merecen destacarse los que
llevaban la firma de Clement Stretton, de Thomas Carr o de John Yarker,
integrantes de la "Venerable Sociedad de los Masones Libres" (todavía
existente), la cual decía remontar su origen a la Masonería anterior a 1717.5
Hemos dicho en parte, pues Guénon también conocía la simbólica operativa
a través de otras fuentes distintas a éstas, y no precisamente escritas sino
orales. En este sentido, debemos recordar que hace unos años apareció en la
revista masónica francesa Travaux de la Loge national de recherches Villard de
Honnecourt un artículo que llevaba por título "Algunos aspectos de la
doctrina de René Guénon". Su autor, Franz Vreede, había sido amigo personal
de Guénon durante más de treinta años. En ese artículo Vreede cuenta que Guénon
le hizo "saber que él era miembro de una Maestría, es decir de un grupo de
maestros en todos los grados cuya tradición oral se remontaba a la época
artesanal de la Masonería francesa. Como consecuencia de las dificultades que
degeneraron en decadencia, los grupos de maestros, según Guénon, decidieron
mantener la tradición antigua completamente pura. Para impedir en el futuro
cualquier desviación, divulgación o traición, decidieron el anonimato de los
miembros y que, en adelante, ya no hubieran más estatutos ni documentos
escritos, tampoco candidaturas, sino aceptación de nuevos miembros por
cooptación secreta" (...) Comprendí entonces, añade finalmente F. Vreede,
de qué fuente auténtica Guénon obtenía sus extensos conocimientos del ritual y
de los símbolos de la tradición antigua de constructores de catedrales y de su
ciencia geométrica atribuida a Pitágoras, sin la cual el Gran Arte no podría
existir".
Más arriba hablábamos del interés de Guénon por la rama anglosajona de
la Masonería y por las logias que habían conservado el legado operativo más o
menos intacto. Pero en realidad ese interés lo extendió a toda la Masonería sin
excepción, pues siempre vio a ésta como una unidad en lo esencial, a pesar de
la pluralidad de Ritos existentes, reflejo sin duda alguna de las diversas
herencias tradicionales que la Orden masónica ha ido recibiendo a lo largo del
tiempo, haciendo así realidad uno de sus lemas principales: "difundir la luz
y reunir lo disperso".
De entre los Ritos de que estamos hablando Guénon conocía perfectamente
el Escocés Antiguo y Aceptado, entre otras cosas porque es el que practicó
durante su período de actividad masónica en la logia Thebah. Y su interés en
este Rito se centraba sobre todo en su sistema de altos grados, algunos de los
cuales fueron elaborados a partir de la herencia dejada por otras
organizaciones iniciáticas diferentes de la Masonería, pero con las que ésta
guardaba una estrecha vinculación gracias a su pertenencia común a la gran
corriente del Hermetismo, como veremos a continuación.6 En realidad la
institución de los altos grados pertenece a todos los Ritos masónicos, y si
bien es ésta una cuestión en la que no podemos entrar de lleno, sí dejaremos constancia
al menos de manera sucinta de lo que Guénon pensaba al respecto.
En el artículo antes mencionado "Palabra perdida y nombres
substituidos" distingue nuestro autor dentro de los altos grados dos
aspectos bien diferenciados: por un lado, aquellos "que tienen un lazo
directo con la Masonería, y por otro los que pueden ser considerados como
representando vestigios o recuerdos, que se injertaron en la Masonería o
'cristalizaron' de alguna manera a su alrededor, de antiguas organizaciones
iniciáticas occidentales diferentes a ella".
En cuanto al primer aspecto, el de los altos grados que tienen un
vínculo directo con la Masonería propiamente dicha, es decir con la que hereda
el simbolismo de las corporaciones de constructores, Guénon nos dice en el
mismo artículo citado que: "estos grados pueden ser considerados como
constituyendo propiamente extensiones o desarrollos del grado de Maestro; es
incontestable que, en principio, éste es autosuficiente, pero de hecho la gran
dificultad que encuentra en desarrollar todo lo que implícitamente contiene
justifica la existencia de esos desarrollos ulteriores. Se trata, pues, de una
ayuda aportada a aquellos que desean realizar lo que no poseen sino de manera
virtual". Más adelante Guénon continúa: "A decir verdad, si el grado
de Maestro fuese más explícito, o si todos aquellos que fueran admitidos
estuvieran verdaderamente más cualificados, es en su interior mismo donde esos
desarrollos encontrarían su lugar, sin que sean necesarios otros grados
nominalmente distintos de aquel". Y en nota añade: "El Maestro, por
lo mismo que posee 'la plenitud de los derechos masónicos', sobre todo tiene el
de acceder a todos los conocimientos incluidos en la forma iniciática a la cual
pertenece; es esto, por otra parte, lo que expresaba netamente la antigua
concepción del 'Maestro en todos los grados', la cual parece completamente
olvidada hoy en día". Entre esos altos grados complementarios al de
Maestro, Guénon subraya especialmente el de "Royal Arch"
perteneciente al Rito inglés, considerándolo como el "nec plus ultra"
de la iniciación masónica. En este sentido creemos que es interesante señalar
que Guénon habla extensamente del "Royal Arch" en su artículo sobre
"La piedra angular", que como ya dijimos está incluido en Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada dentro de la sección "Simbolismo
constructivo". Nos atreveríamos incluso a decir que casi todo lo que en
ese artículo se dice está referido específicamente a la simbólica contenida en
ese grado, lo cual muestra suficientemente la importancia que le concedía
dentro de la "Gran Obra" masónica.7
En cuanto al segundo aspecto, el de los altos grados que representan
vestigios de otras organizaciones iniciáticas distintas de la Masonería, Guénon
asegura que "la razón de ser de estos últimos grados (...) es en suma la
conservación de lo que puede mantenerse todavía de las iniciaciones de que se
trata, y ello de la única manera en que es posible tras su desaparición en
tanto que formas independientes; ciertamente habría mucho que decir sobre este
papel conservador de la Masonería y sobre la posibilidad que ese papel le
ofrece de suplir en cierta medida la ausencia de iniciaciones de otro orden en
el mundo occidental actual". Esto último es sumamente importante, pues ese
papel conservador que Guénon asigna a la Masonería convierte a ésta en una
especie de "arca" receptora de los gérmenes espirituales de diversas
organizaciones iniciáticas y esotéricas que conformaron la historia y el ser de
Occidente hasta los mismos albores de los tiempos modernos, justo en el momento
en que nace la Masonería actual.8 Guénon habla concretamente de aquellas
organizaciones que procedían directamente del Hermetismo y de las órdenes de
caballería emparentadas con este último, y deja entender que es en la Masonería
Escocesa (la del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) donde se ha conservado con
más nitidez esa herencia hermética y caballeresca. Así lo deja entrever Guénon
en El esoterismo de Dante, especialmente en los capítulos II, III y IV, en los
que habla de algunos altos grados del Escocismo vinculándolos con su origen
hermético y caballeresco. Entre estos altos grados Guénon destaca el 18º y los
que conforman los "Grados Filosóficos o Areópagos", como por ejemplo
el 26º y el 30º, este último llamado Caballero Kadosh, y a quien también
consideraba como el nec plus ultra de la iniciación masónica.9
Desde luego que habría mucho que decir sobre todo esto, pues no es un
tema menor el papel que Guénon asignaba a la Masonería dentro del esoterismo
contemporáneo. Pero resumiendo he aquí finalmente lo que nos dice en su
artículo sobre "Los Altos Grados": "Nosotros los consideramos
como teniendo una utilidad práctica incontestable, pero con la condición,
desafortunadamente muy poco realizada, sobre todo hoy en día, de que cumplan
verdaderamente con el fin para el que fueron creados. Por ello sería necesario
que los Talleres de estos altos grados fuesen reservados a los estudios
filosóficos y metafísicos, muy olvidados en las Logias simbólicas [las de los
tres primeros grados]; nunca se debería olvidar el carácter iniciático de la
Masonería, que no es ni puede ser, diga quien lo diga, ni un club político ni
una asociación de socorros mutuos. Sin duda, no se puede comunicar aquello que
es inexpresable por esencia, porque los verdaderos arcanos se defienden ellos
mismos de cualquier indiscreción; pero al menos se pueden dar las claves que
permitirán a cada cual obtener la iniciación real por sus propios esfuerzos y
su meditación personal, y se puede también, siguiendo la Tradición y la
práctica constante de los Templos y Colegios iniciáticos de todos los tiempos y
de todos los países, situar a aquel que aspira a la iniciación en las
condiciones más favorables de realización. No nos extenderemos más sobre este
asunto, pensando haber dicho lo suficiente para hacer entrever lo que podrían
ser los altos grados masónicos, si, en lugar de quererlos suprimir pura y
simplemente, se hiciera de ellos verdaderos centros iniciáticos encargados de
transmitir la ciencia esotérica y conservar íntegramente el depósito sagrado de
la Tradición ortodoxa, una y universal".
Estamos convencidos que el estudio de la obra guenoniana ayuda a crear
esas "condiciones favorables" entre los masones que aspiran a conocer
algo más que una simple lectura moral y alegórica de su patrimonio simbólico y
ritual, que al fin y al cabo es el que da sentido a la propia Orden masónica, y
por extensión a los trabajos que realizan dentro de la logia y también consigo
mismos.
En este sentido no podemos dejar de mencionar en este breve repaso por
la obra masónica de Guénon sus dos libros dedicados al gran tema de la
iniciación, en los que expone los principios teóricos que jalonan la
experiencia en la vía del Conocimiento. Esos libros serían, pues, una guía
también para el propio masón, que verá en ellos un complemento perfecto a los
estudios sobre el simbolismo y la metafísica. Estamos hablando de Apreciaciones
sobre la iniciación e Initiation et Réalisation Spirituelle, a los que ya nos
referimos al comienzo. Como dijimos entonces el segundo de esos dos libros es
en realidad una recopilación de artículos aparecidos a lo largo de los años en
la revista Etudes Traditionnelles, revista que fue durante todo el tiempo en
que Guénon colaboró en ella (colaboración que sólo se interrumpió tras su
fallecimiento), uno de los foros más importantes en la difusión de la Gnosis en
Occidente. También dijimos que en él aparecen dos artículos referidos
directamente a la Masonería: "Sobre la 'Glorificación del trabajo'" y
"Trabajo iniciático colectivo y 'presencia' espiritual". En ambos el
tema central no es otro que explicar la naturaleza del trabajo iniciático, que
en la Masonería también reviste una forma grupal como todas las iniciaciones
basadas en el oficio. Pero Guénon se encarga de aclarar que ese trabajo grupal
"no puede sustituir jamás el trabajo personal y puramente interior de cada
uno". Ahora bien ya se trate de trabajo colectivo (como el que llevan a
cabo todos los miembros de una logia), como del trabajo personal, ambos no
serían posibles, o mejor dicho no serían efectivos si no se hicieran "A la
Gloria" del Principio bajo el cual se cumplen dichos trabajos, Principio
que como sabemos en la Masonería recibe el nombre de Gran Arquitecto del
Universo. Es la simiente del influjo espiritual del Gran Arquitecto la que
recibe el recipiendario al comienzo de su carrera masónica, y a partir de ahí
será el esfuerzo o la voluntad personal por superar su condición profana,
guiada necesariamente por la meditación y la comprensión de las ideas reveladas
en los símbolos y ritos de la Orden, lo que irá propiciando paulatinamente el
despertar y el desarrollo de los talentos, cualidades y virtudes que porta en
su interior.
Pues la recepción de ese influjo no añade nada que el ser humano no
posea ya en sí mismo, que no esté previamente en su naturaleza. De ahí la
máxima socrática que figura también como uno de los lemas de la Masonería:
"Conócete a ti mismo".
En Apreciaciones sobre la iniciación, Guénon desarrolla y profundiza en
todas estas cuestiones, y en bastantes ocasiones el lector masón tendrá la
sensación de que Guénon le está hablando directamente a él, hasta el punto de
que llega a considerar a Apreciaciones sobre la iniciación como un libro
perfectamente masónico. Así ocurre, por ejemplo, cuando lee capítulos tales
como "De las cualificaciones iniciáticas", "De los ritos
iniciáticos", "El rito y el símbolo", "Mitos, misterios y
símbolos", "Ritos y ceremonias", "De las pruebas iniciáticas",
"De la muerte iniciática", "Operativo y especulativo",
"Iniciación efectiva e iniciación virtual", "De la enseñanza
iniciática" y "Sobre dos divisas iniciáticas".
Diremos que las dos divisas a las que se refiere Guénon en este último
capítulo son Post Tenebras Lux (La Luz después de las Tinieblas) y Ordo ab Chao
(El Orden extraído del Caos), divisas que pertenecen a los más altos grados de
la Masonería Escocesa. Allí podemos leer lo siguiente: "La luz está pues
'después' de las tinieblas, y esto no solamente desde el punto de vista
'macrocósmico', sino también desde el punto de vista 'microcósmico'que es el de
la iniciación, puesto que, en este caso las tinieblas representan el mundo
profano, de donde viene el recipiendario, o el estado profano en el cual éste
se encuentra por de pronto, hasta el momento preciso en que devenga iniciado
'recibiendo la luz'. Por la iniciación el ser pasa entonces 'de las tinieblas a
la luz', como el mundo, en su origen (y el simbolismo del 'nacimiento' es
aplicable en ambos casos), pasó por el acto del Verbo creador y ordenador. De
esta manera la iniciación es verdaderamente, según un carácter por otro lado
muy general de los ritos tradicionales, una imagen de 'lo que fue hecho en el
principio' ".
Naturalmente, y a pesar de sus múltiples referencias a la Masonería,
Apreciaciones sobre la iniciación no es un libro masónico, pero sí está escrito
por un maestro masón, como fue Guénon, a la hora de exponer sus ideas sobre la
Ciencia Simbólica, vehículo de la Cosmogonía Perenne. Y a pesar de que sus
actividades masónicas finalizaran en el año 1913, esto no significa que Guénon
no fuera un miembro de la Orden masónica hasta el fin de sus días. Recordemos
que en cierta ocasión él mismo dejó escrito que "la cualidad iniciática,
una vez que ha sido recibida, de ninguna manera está ligada al hecho de ser
miembro activo de tal o cual organización; desde el momento en que la
vinculación a una organización tradicional ha sido efectuada, ésta no puede ser
rota bajo ninguna circunstancia, subsistiendo incluso hasta cuando el individuo
no tenga con esa organización ninguna relación aparente, lo cual no tiene sino
una importancia muy relativa al respecto" ("De los ritos
iniciáticos", cap. XV de Apreciaciones sobre la iniciación).
Asimismo, también es verdad que si Guénon tuvo tan presente a la
Masonería no es porque él mismo fuera masón, sino porque la consideraba la
única institución iniciática que aún quedaba en Occidente, pues había sabido
conservar su identidad gracias a que sus símbolos y sus ritos todavía son
efectivos para los hombres y mujeres nacidos en la sociedad moderna. Guénon,
que fue ante todo un intérprete y un transmisor de la Tradición Unánime,
escribió para quienes vivimos en dicha sociedad, adecuando el mensaje imperecedero
de esa Tradición a nuestra mentalidad, pero conservando al mismo tiempo, como
dice Michel Vâlsan en la introducción a Símbolos Fundamentales de la Ciencia
Sagrada, "la presencia discreta de ese elemento indefinible de misterio,
de majestad profunda de las realidades, de belleza inefable de las
significaciones y de la perfección indudable de los fines, que es propio de los
datos de la verdadera ciencia".
No quisiéramos acabar sin mostrar nuestro agradecimiento a la obra
guenoniana, y a la de todos aquellos que han bebido de ella y la han tomado
como su guía en la búsqueda del Conocimiento, que es en realidad la gran
aventura a realizar por cualquier vida humana. Una obra, en fin, que para
nosotros está tan viva como lo está el pensamiento que se refleja en ella,
pensamiento que no es el de una individualidad (siempre condicionada y
limitada), sino que ha sido forjado en la matriz de la Sabiduría y parido por
ella, de tal manera que para los que estamos, como decía Proclo, "en el
fondo de los pozos de la vida", representa ese puente o escala que puede
rescatarnos de esa condición y empezar a concebir una existencia acorde con
nuestro verdadero destino, que es también nuestro verdadero origen.
NOTAS:
* Esta conferencia formó parte de la "Semana Guenoniana de Buenos
Aires.
René Guénon, Testigo de la Tradición", celebrada en la Biblioteca
del Congreso de la Nación en Agosto de 2001. Las jornadas estuvieron
coordinadas por Emilio J. Corbière.
1 Por ejemplo el cap. VIII ("Cuestiones de orientación"), el
XIII (Azufre, Mercurio y Sal"), el XVI ("Entre la escuadra y el
compás"), el XVII ("El Ming-Tang"), y el XXVI ("La Ciudad
de los Sauces").
2 A propósito de todo esto ver también "Sobre algunos aspectos de
la Masonería llamada 'escocesa' ", cap. IV de René Guénon et les Destins
de la Franc-Maçonnerie, de Denys Roman.
3 A los cincuenta años del fallecimiento de Guénon no se puede decir que
ese peligro haya desaparecido, si bien éste ha tomado nuevas formas, como
aquellas que se revisten de un "tradicionalismo" de corte fascistoide
que infiltrado dentro de la propia Masonería pretende convertir a ésta en una
"sucursal" del catolicismo integrista, el cual, ciertamente, nada
tiene que ver con el verdadero catolicismo. El objetivo de esos "tradicionalistas"
es crear una Masonería "religiosa", lo cual es a todas luces
contrario a las ideas y los principios masónicos, que desde luego nada tienen
que ver con lo religioso ni lo piadoso-moral. Creemos que con todo ello no se
busca "religar" con ningún principio de orden trascendente, sino
únicamente suprimir la dimensión iniciática, cosmogónica y metafísica de la
Masonería (es decir destruirla), en definitiva todo aquello que le otorga su
verdadera esencia y razón de ser. Debemos a este respecto señalar a Jean Reyor
como uno de los principales inspiradores de ese movimiento
"integrista" dentro de la Masonería, lo cual adquiere una especial
gravedad (y cobra tintes de verdadera traición) teniendo en cuenta que el
susodicho fue durante mucho tiempo un estrecho colaborador de Guénon. Ver a
este respecto "En torno a la palabra perdida de los maestros
masones", de A. Bachelet, aparecido en el Nº 19-20 de SYMBOLOS. También en
el Nº 21-22 ver "De un documento confidencial inédito", de A.
Balestrieri. En ambos se denuncian las maniobras manipuladoras y
contra-iniciáticas de Reyor, implicado también con F.
Schuon.
4 Los rituales de la logia Thebah han sido traducidos al castellano por
SYMBOLOS en su colección "Papeles de la Masonería".
5 Sobre esto último ver "Aspectos simbólicos de algunos rituales
masónicos operativos", aparecido en el Nº 8 de SYMBOLOS.
6 Sobre la Masonería como una organización iniciática integrada dentro
de la Tradición Hermética, así como la influencia que esta última ha tenido en
la gestación y el desarrollo de las ideas en la cultura de Occidente, ver
Hermetismo y Masonería. Doctrina, Historia, Actualidad, de Federico González.
Ed. Kier, Buenos Aires 2001.
7 Aunque Guénon no haya sido tan explícito como con el del "Royal
Arch", también deberíamos considerar dentro de los grados complementarios
a la maestría los denominados "Grados de Perfección" de la Masonería
Escocesa, que justamente se llaman así porque suponen un acabamiento de las
enseñanzas contenidas ya en el tercer grado. Dentro de esos "Grados de
Perfección"
también existe uno con el nombre de "Royal Arch" (13º), así
como otro denominado "Gran Escocés de la Bóveda Sagrada" (14º y
último de esa serie).
8 Ver el artículo de A. Bachelet "El Arca viviente de los
símbolos"
aparecido en el Nº 19-20 de SYMBOLOS.
9 Ver el último cap. de Initiation et Réalisation Spirituelle, titulado
"Realización ascendente y realización descendente", y especialmente
la nota 7.
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